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Hasta la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas existían diversos tipos de Misiones diplomáticas. Las legaciones fueron el tipo más frecuente y eran la representación física de un gobierno frente al Estado receptor.
Los jefes de estas misiones llevaban el título de ministros de forma convencional, aunque el nombre completo era el de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario. El origen del título responde a las circunstancias particulares en que se desempeñaba el oficio diplomático, pues al ser las comunicaciones muy lentas, tenía capacidad para actuar con plenos poderes sobre asunto en particular.[1]
Las embajadas eran reservadas a ocasiones especiales y para representar al Estado en momentos o en lugares muy específicos. El jefe de misión, sin embargo, debía atenerse al pie de la letra a sus instrucciones
Con la mejora en las comunicaciones y la proliferación de las negociaciones entre muchos Estados, las legaciones cayeron en desuso y fueron suprimidas por la citada Convención.